La Reserva de Biósfera Delta del Paraná , es una vasta superficie en el extremo sudeste del Delta del Paraná, en el Municipio de San Fernando, que por sus características naturales y sociales mereció la categoría internacional de reserva de la Biosfera que otorga la UNESCO, a través del Programa el Hombre y el Medio Ambiente (MAB).
El área está constituida por un gran mosaico de ambientes naturales, diseminados por muchas islas que forman este delta. Hay zonas modificadas por el hombre y paisajes autóctonos, el objetivo de esta área protegida, es hacer compatible la conservación y el uso de los recursos.
La Flora
La gran superficie ocupada por las islas con la multiplicidad de cursos de agua que las circundan, crean un ambiente húmedo y producen un clima algo más templado – a lo que hay que se agrega la riqueza de los suelos – muy favorable para el desarrollo de una lujuriosa vegetación. Un análisis pormenorizado de la misma ocuparía muchas páginas, por lo que se intentará dar un bosquejo de la vegetación deltaica que sea básico, como para que el que quiera profundizar el tema tenga un punto de partida más allá del inicial. La flora del Delta Inferior es incluso más variada que la del Superior porque en este último las crecientes permanecen generalmente períodos largos y esto afecta a la mayoría de las especies. En la parte meridional, donde se ubica la Reserva de la Biosfera prospectada, por el contrario, las crecidas duran menos tiempo y no se produce la saturación de agua.
Nuestro Delta ofrece varias particularidades dignas de mención. Es tal vez el único en el mundo que no desemboca en el mar, sino en otro gran río lo que hace que carezca de aguas salobres y vegetación costera halófila (Burkart, 1957). Pero uno de los factores que más incidencia tiene sobre la variada vegetación es que el río Paraná y muchos de sus afluentes están dentro de zona tropical y arrastra aguas cálidas de
estas regiones, además de semillas y partes de plantas, las que han determinado el desarrollo de vegetación exuberante de tipo subtropical hidrófila. Carece de endemismos por ser formaciones, en términos geológicos nuevas, del Cuaternario, período en el que se produjeron las intrusiones marinas que no permitieron ninguna vegetación semejante a la existente en la actualidad (Windhausen, 1931), pero si tiene características propias que motivaron que una de las últimas clasificaciones biogeográficas que se realizaron de la Argentina (Burkart, et al, 1999) le otorgara a la región del Delta junto con las márgenes de los ríos Uruguay y Paraná, una categoría aparte: la Eco-región Delta e Islas del Paraná.
Los albardones, y las partes altas en general, presentan lo que localmente se denomina “monte blanco” – debido al predominante de especies con color claro en su madera- compuestos por especies como el sauce criollo (Salix humboldtiana) y algunos híbridos, laurel de río (Nectandra microcarpa), el canelón (Myrsine parvula), el chal-chal (Allophylus edulis), el horco molle o anachuita (Blepharocalyx salicifolius), el timbó ( Enterolobium contortisiliquum), el mataojo (Pouteria salicifolia), , cuyo nombre alude a la irritabilidad que produce el humo de su madera, y alguna palmera pindó (Syagrus romanzoffiana) que le otorgaron el

nombre al gran brazo Paraná de las Palmas (Haene, 2001). Lamentablemente el monte blanco hoy día ha sido bastante reemplazado por vegetación exótica quedando sólo pequeños parches de este bosque nativo.
Otra comunidad leñosa singular es la constituida por asociaciones puras de ceibo (Eritrina crita-galli) en la zona de media loma en las islas recientes. Pese a ser el ceibo un componente común de los bosques fluviales del Río Paraná, la presencia de extensos ceibales sobre una matriz de pajonal es característica de esta zona del Delta y merece un status de protección especial, particularmente si se tiene en cuenta que, según algunos estudios sobre la sucesiones en islas deltaicas (Kandus, 1997), estos ceibales constituirían etapas sucesionales de transición hacia los pajonales puros de cortadera y, por lo tanto, su presencia
estaría asociada a la alta heterogeneidad temporal y espacial de estas zonas (Kalesnik & Kandel, 2004). Entre las especies exóticas más invasoras cabe destacar el ligustro (Ligustrum lucidum), la mora (Morus sp.), la acacia negra (Gledtsia tricanthos) y otras especies más; todas provenientes del hemisferio norte y
su poder invasor es muy grande dado que cuando se abandona una plantación determinada, las primeras en establecerse suelen ser algunas de las especies mencionadas con lo que queda claro que su proliferación sin control conducirá inexorablemente a la desaparición del paisaje nativo y el consiguiente desequilibrio ecológico que ello ocasiona, incluyendo por sobre todo a la fauna.
El estrato arbustivo del monte blanco presenta varias especies, la mayoría nativas, destacándose por su abundancia el duraznillo negro (Cestrum parqui), la begonia (Begonia cucullata), el granadillo (Solanum bonariense), la Diodia brasiliensis, la cola de caballo (Equisetum giganteum), falso caraguatá o carda (Eryngium pandalifolium), y muchas especies más (Burkart. 1957).
Imagenes: Martín Carrevedo
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